Por un México con ética
Ángel Contreras Moreno. Presidente del Consejo Ejecutivo Nacional del Instituto Mexicano de Mejores Prácticas Corporativas, A.C. |
Por un México con ética

 

Para el escritor y filósofo español Fernando Savater, el modelo del hombre o la mujer ideal en la época postmoderna es el empresario “creador de la actividad productiva y económica porque es el que, de alguna manera, todos quieren ser y alcanzar, y porque representa el nivel más alto, envidiable y logrado de la escala social”.

Como ‘modelos emblemáticos’ de la época, los líderes de negocio necesitan establecer niveles de moralidad compatibles con su trabajo y entorno social para garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones. Savater explica que “desde el punto de vista ético, se considera que toda fuente de riqueza es social; por tanto, implica responsabilidades sociales en quienes se benefician de ella, tanto más cuanto más provecho obtengan”.

La ética empresarial se desenvuelve en los siguientes planos: personal (el cargo o la tarea que cada empleado realiza); organizativo (adecuación correcta de las metas, los procesos, la remuneración y el reparto de tareas); hacia fuera de la empresa (relaciones con los clientes, proveedores, competidores, etc.); y el de la economía de mercado (que comprende la reconciliación entre innovación, deseo de beneficios y armonía social).

 

“La ética es una empresa para toda la vida. No es un curso o una lección que se acaba al final del semestre, sino que permanentemente se está reflexionando sobre ella”. Fernando Savater

 

Para ejercer estos principios, todo buen empresario debe contar con audacia, pues si un líder no puede asumir riesgos, no podrá emprender ni tampoco ser un buen dirigente. También necesita justicia para identificar un interés común entre los colaboradores que motive las decisiones y las acciones del negocio. Y otra cualidad es la prudencia; pues hay que medir los riesgos y adaptar las estrategias de la organización para evitar perjuicios a la misma.

Los empresarios éticos también necesitan cultivar la responsabilidad para asumir los fracasos y encontrar las mejores soluciones con todo su equipo; eficacia para generar ganancias, satisfaciendo las necesidades de sus consumidores; permitir que cada miembro o entidad de una comunidad pueda alcanzar su felicidad, sin perjudicar a los demás; y generar confianza, esa virtud de la que depende la forma en que creamos productos y administramos el negocio para establecer una relación duradera con el entorno.

No tenemos por qué inventar una nueva ética para transformar a las empresas, sino cumplir con la ética establecida. Para lograrlo, es imperativo crear espacios de debate que nos ayuden a conformar una institucionalización civil de aspectos morales. Es imposible cambiar la mentalidad de las personas, pero sí podemos promover la continua práctica de valores como la comunicación, la motivación, el empoderamiento y la responsabilidad social para alcanzar una convivencia civilizada entre individuos, instituciones y empresas.

 

 

 

 

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