Desde pequeño, David se ha sentido identificado con su vena artística, pues desde los cuatro años de edad se apasionó con el piano y encontró en la música la motivación para sortear toda adversidad.
“La música es como un idioma, un lenguaje con el cual puede ser posible transmitir ideas, pensamientos, sentimientos y acciones, incluso tocando lo más profundo del corazón de una persona”, contó el joven tapatío de 23 años, que nació con el síndrome de Miller.
Desde el nacimiento del pianista se encontraron anomalías e irregularidades en su persona: la falta de un dedo en cada mano, así como la imposibilidad y rigidez muscular.
Para David, dicha condición no fue impedimento para demostrar sus capacidades y hacerse acreedor de diversos premios y reconocimientos nacionales e internacionales dentro del ámbito musical.
Siempre ha tenido presente el valor de la familia, uno de sus principales pilares donde se ha apoyado en todo momento para salir adelante y lograr llegar hasta donde está hoy.
“Cuando la familia está unida, te potencializa y te impulsa para poder lograr más cosas en la vida”.
Es para él un gusto recibir el premio de Mejores Prácticas. David es prueba e inspiración para cumplir los sueños con perseverancia, e invita a la gente a dejar de enfocarse en lo que no pueden hacer y comenzar a enfocarse en lo que sí pueden hacer.