El próximo domingo 4 de abril entrará en vigor el horario de verano, por lo que, como cada año, será necesario adelantar una hora en el reloj con los efectos secundarios ya conocidos: fatiga y somnolencia, principalmente, mientras el ritmo corporal se ajusta a la modificación de sus ciclos.
Aunque se aplica a todo el territorio nacional desde 1996, anualmente sigue generando posiciones encontradas entre quienes disfrutan más o menos, el hecho de que oscurezca más tarde entre abril y octubre.
A buena parte de la población le parece un precio muy alto el que se debe pagar por el hecho de tener ese “tiempo extra” de luz natural por las tardes:
Fatiga y cansancio general, somnolencia durante el día y dificultad para conciliar el sueño por la noche, irritabilidad y falta de concentración que conlleva a la disminución del rendimiento físico e intelectual. Además de que los horarios de comida se trastocan también, por lo que a veces se come sin hambre o esta llega en horarios poco adecuados.
Desde 1942 se habían hecho ensayos en distintas zonas del país para aplicar un horario de verano con el fin de incentivar el ahorro de energía eléctrica y disminuir el consumo de petróleo, lo que tendría un impacto benéfico tanto económico como medioambiental. Sin embargo, de acuerdo con diferentes investigaciones, esto es relativo.
El impacto económico benéfico no ha sido reportado fehacientemente por parte de los diferentes gobiernos que implementaron y mantuvieron el horario de verano, aunque aseguran que sí hay un ahorro en cuanto al consumo del alumbrado público.
En cambio, grandes empresas como maquiladoras o armadoras de automóviles, no ven una disminución en ese sentido por el hecho de que sus labores no dependen de la luz natural. Tanto la maquinaria como las zonas de oficinas operan, en ocasiones, en horarios de 24 horas, por lo que el consumo de electricidad es siempre el mismo.
En las finanzas de los hogares comunes tampoco hay mayor impacto. La aplicación del horario de verano no representa un incremento en el consumo y gasto de energía eléctrica pero tampoco un ahorro. Donde más se nota, según encuestas aplicadas en zonas urbanas, es en las dinámicas corporales y en las rutinas familiares: consumo de alimentos de manera diferida según lo pida el cuerpo y no basados en el reloj; lo mismo en cuanto al momento de dormir, lo que afecta el rendimiento escolar de niños y jóvenes.
La razón más aceptada respecto a porqué se mantiene el horario de verano es de índole macroeconómica, es decir, para alinear horarios empresariales y bursátiles entre México y Estados Unidos. Algo que no se ve reflejado, o al menos no de manera inmediata, en las finanzas de los hogares comunes.