El Buen Capitán
Los tiempos difíciles que actualmente se presentan hacen evidente la necesidad de tener un ritmo y destinos claros, marcados por un dirigente que, apoyado en su equipo, indique cuál es la ruta.
Ignacio Torres |
El Buen Capitán

A casi un año del inicio de la pandemia que desembocaría en la actual “nueva normalidad”, las cifras para el sector empresarial resultan preocupantes:

 

Según el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), a diciembre de 2020 habían cerrado más de un millón de micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) en México.

 

Por supuesto, una empresa de mayor tamaño tiene también mayores recursos y herramientas para sortear las crisis que se le presenten, sin embargo, una del tamaño de la actual, que ha costado miles de vidas en todo el mundo y ha paralizado o semiparalizado numerosos rubros y sectores empresariales, puede minar la estabilidad de prácticamente cualquier corporación.

 

Para hacer frente a situaciones como estas es primordial que la empresa, sin importar su tamaño, esté organizada, tenga claras las funciones que debe desempeñar cada uno de sus miembros y el camino a seguir si se presenta un revés tan importante como el que marcó a todo el último año.

 

Según la situación y alcances de cada corporación se le puede llamar internamente de distintas formas pero, para una compañía de mayores dimensiones es necesario tener clara la nomenclatura: es el gobierno corporativo el que se encargará de mantener el rumbo del barco.

 

Formalizar y profesionalizar

Actualmente se considera que el gobierno corporativo, el equipo encargado de tomar las decisiones de la empresa, es la base para el funcionamiento correcto de los diferentes sectores puesto que genera estabilidad y crecimiento, además de favorecerse la credibilidad gracias a las prácticas de transparencia y rendición de cuentas que deben adoptarse para la toma de todas las decisiones. 

 

Las malas prácticas que en otras épocas se permitieron en las grandes empresas marcan ahora la tendencia hacia una transparencia total, el fomento de las buenas prácticas y el actuar responsable por parte de los directivos para con sus colaboradores, consumidores o clientes y para la sociedad en general.

 

El rumbo marcado por los actores del gobierno corporativo no solo toma en cuenta los indicadores financieros que permiten un sano ejercicio y desarrollo de la compañía, sino que está al pendiente del impacto de la corporación mediante métricas de responsabilidad social empresarial medidas en México, de manera principal, por el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi).

 

Este es momento no solo de buscar nuevos caminos y soluciones, sino de formalizar y profesionalizar al equipo que permitirá llevar a buen puerto, mejorada y fortalecida, a la empresa y quienes la conforman, luego de esta crisis global.

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