La difusión del conocimiento y el uso masivo de las Tecnologías de la Información están transformando la sociedad y el empleo.
Antes, el trabajo producía bienes agrícolas o industriales; ahora produce servicios cada vez más complejos, cuyo principal componente es el conocimiento. Éste aumenta la productividad y se adapta a las necesidades de los clientes para desarrollar productos cada vez más eficientes.
Además, los avances tecnológicos y su aplicación empresarial provocan que los puestos de trabajo deban adaptarse al tiempo moderno. Los empleos actuales tiene que ser flexibles, promover la productividad, eficiencia, fiabilidad, confidencialidad, integridad y disponibilidad, ya que cada empleado debe recibir, procesar y utilizar grandes cantidades de información.
El mundo enfrenta hoy un número de “déficits” de trabajo decente, que se manifiesta en la forma de desempleo y subempleo, trabajos de escasa calidad e improductivos, trabajo peligroso e ingresos inseguros, negación de derechos y desigualdad de género.
El concepto de Trabajo Decente fue formulado por los dirigentes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) gobiernos y organizaciones de empleadores y trabajadores, como una manera de identificar las prioridades de la Organización y reformar y modernizar su enfoque para el siglo XXI.
La pasada 95ª Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT decretó una serie de decisiones relacionadas con la promoción del trabajo decente en el siglo XXI. Algunos de los indicadores clave son los siguientes:
La mitad de los trabajadores del mundo no tienen la posibilidad de levantarse a si mismos y a sus familias por encima del umbral de la pobreza de 2 dólares al día por persona.
En el mundo hay más de 88 millones de jóvenes (entre 15 y 24 años) sin trabajo. Constituyen cerca de la mitad de los desempleados aunque representan sólo 25 por ciento de la población en edad de trabajar.
La migración laboral está aumentando. Hay más de 86 millones de trabajadores emigrantes en el mundo, de los cuales 34 millones en las regiones en desarrollo.
En gran parte del mundo hay una importante brecha de género, tanto en la calidad como en la cantidad del empleo. Las mujeres tienen mayores probabilidades que los hombres de trabajar en la economía informal, con poca o ninguna protección social y un alto nivel de inseguridad.
El crecimiento de la economía mundial está fallando cada vez más en la creación de nuevos y mejores trabajos que llevarían a la reducción de la pobreza.
En la última década, los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han logrado reducir las tasas de desempleo, pero las incapacidades por enfermedad y las jubilaciones aumentaron de manera significativa, pues deben recibir las prestaciones correspondientes por parte de sus empresas.
Aunque las tasas de empleo han aumentado en la mayoría de los países evaluados, la OCDE sugiere que la disminución del desempleo pudo empujar a las personas a otras categorías:
Los países miembros de la OCDE cuentan con 265 millones de personas en edad de trabajar… que no están empleados.
Solo 37 millones están clasificados como desempleados.
Otros 42 millones del total tienen licencias de largo plazo por enfermedad, o perciben prestaciones por incapacidad.
Esa es una ‘gran preocupación’ para las industrias. Al respecto, el secretario general de la OCDE declaró que aunque la lucha contra el desempleo sigue siendo una tarea aún no terminada, en este momento, la "prioridad clave" debería ser incrementar el personal efectivamente empleado ―sobre todo a medida que la población envejece.
Hay dos realidades: las Tecnologías de la Información (TI) están desplazando empleos; pero también crean nuevos puestos de trabajo, incrementan la productividad y eficientar procesos con base en las necesidades del mercado.
Asimismo, hay empresas el trabajo de forma individualizada y descentralizada. En contraste, las subcontrataciones modernas están borrando la identificación que los empleados tienen con sus organizaciones.
En muchos de los casos, los trabajadores son contratados por una compañía, y ésta cede los servicios de sus empleados a otra organización. Eso provoca una itinerancia laboral del personal entre diversas organizaciones.
Esto quiere decir que los empleados se están individualizando, porque no generan un sentido de pertenencia duradero con las empresas donde colaboran.
Por otro lado, los factores de integración (como la familia y el entorno social) también cambiaron, pues el trabajo actual requiere un estilo de ‘producción flexible’: es decir, una productividad elevada en una economía global en el contexto de sociedades sometidas a cambios sociales masivos.
La gran consecuencia de estos cambios es que las medidas actualmente destinadas a incrementar y capacitar empleos no son suficientes. ¿Por qué? No abordan las interacciones desencadenadas por los procesos de cambio en el mercado.
El dr. José Manuel Ballester Fernández cuenta con 35 años de experiencia en informática, seguridad, telecomunicaciones, eficiencia energética y gobierno de las TI. Es socio director de TEAMNOVA; presidente del comité de Buen Gobierno TIC en AENOR; y vicepresidente general de la Academia Mexicana de Ciencia de Sistemas.