La ética especializada en regir cierto giro actividad o ramo se conoce como “ética aplicada”. Así nacieron la bioética, la ética de los negocios, la profesional y la de sustentabilidad (entre otras). Pero estas aplicaciones siempre se refieren a cuestiones de libertad, posibilidades para el ser humano, o las decisiones que prueban nuestras virtudes, valores, principios y fines.
La tecnología digital es un espacio de posibilidades humanas que ha despertado las charlas sobre “ética digital”. Basta con googlear este concepto para conocer las discusiones sobre el tema: normas necesarias para regular la actividad digital y frenar los crímenes cibernéticos —el fraude digital está en boga y el tradicional va a la baja, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional Para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef)—; declarar principios para la sana convivencia, legalidad y preservación de la dignidad humana en los medios digitales; establecer fronteras, jurisdicciones y límites de la regulación digital; o sobre deslinde de responsabilidades. En resumen, se discute la necesidad de acotar el curso de las acciones humanas que se ejecutan en torno a la tecnología.
Para una organización, las prioridades éticas se han decantado hacia el manejo, protección y cuidado de los datos que transitan en redes, softwares o sistemas ante el riesgo de que un “ladrón invisible” disponga de ellos, a su favor y en nuestra contra. Estas son algunas prácticas de ética digital que pueden figurar en el negocio:
Instaurar y actualizar sistemas de seguridad de la información para evitar su vulneración y daños para la organización (colaboradores, clientes y otros grupos de interés).
Atender las regulaciones de la Ley de Datos Personales como práctica ciudadana, y en adhesión a nuestras responsabilidades civiles.
Establecer políticas claras sobre el uso de los equipos digitales para evitar vulnerabilizar los datos.
Incluir el principio de confidencialidad en el Código de Ética (independientemente de la obligación contractual) y gestionarlo a través de campañas de difusión, encuestas de percepción o cualquier otro instrumento que permita visualizarlo.
Realizar cursos y talleres de capacitación sobre tecnologías digitales para no incurrir en daños o vulneración involuntaria de la información por ignorancia o falta de pericia; y como parte del empoderamiento de los colaboradores a través de la educación y actualización de contenidos.
Otra gran responsabilidad ética es investigar e identificar las oportunidades que estos espacios nos ofrecen como organización, no solo para modernizar y mejorar nuestras operaciones, sino para favorecer a terceros (público interno, proveedores o comunidad).
Las tecnologías digitales ofrecen grandes oportunidades para el desarrollo sostenible. Es nuestra responsabilidad conocerlas, discutirlas, incluirlas en la gestión del negocio, difundirlas y actuar por el valor de nuestras aportaciones en la construcción de la sociedad:
Preferir los medios digitales a lo impresos, redundando en beneficios económicos y ambientales, favoreciendo la sustentabilidad organizacional y social.
Fomentar la comunicación digital con propósitos explícitos, públicos y claros para generar comunidades de colaboración productivas y respetuosas.
Aprovechar las bondades de la digitalización para impulsar el desarrollo de nuestro público interno, a través de programas en línea y a distancia.
Las tecnologías digitales han abierto un amplio campo de posibilidades, para bien o para mal. Está en nosotros tomar la mejor decisión hacia el mayor bien posible.