Implementar el modelo ELA en nuestra empresa fue una de las experiencias más gratificantes y productivas que hemos vivido como comunidad. Nuestra organización pasaba por una situación gris y con muchos claroscuros: dilemas económicos, problemas de actitud de nuestro personal, incidentes todos los días. Siempre con justificaciones del “por qué no” llegábamos al resultado; escuchábamos historias difíciles porque trabajábamos de sol a sol, los siete días de la semana literalmente, porque teníamos la operación de 4 turnos y simplemente no llegábamos al resultado. La gente llegaba triste a trabajar porque no le quedaba de otra.
Recién contratado como Director General, pedí ayuda ante esta situación a la Fundación Social del Empresariado Jaliscience y me ayudaron a trazar un proyecto de transformación organizacional, con el que determinamos acoger la metodología propuesta porque comulgamos en la filosofía de fondo: “buscar vivir en bienestar”.
Llegar a este punto deseado, meses después de comenzar la metodología, fue un proceso arduo y doloroso, tanto a nivel personal y como empresa. Requirió “confiar” en el proceso de humanizar a nuestra organización. Hubo un punto de quiebre organizacional, donde algunos líderes nocivos dejaron nuestra organización y los líderes propositivos comenzaron a dar resultados de manera integral: en la empresa y también en lo personal, familiar y social.
Dialogar, externar nuestros dolores y nuestros fracasos nos permitió construir y abrazar nuestra realidad. Logramos que los equipos de trabajo tuvieran un alto sentido de pertenencia. Los resultados comenzaron a darse “como por arte de magia”, y sin embargo, éramos conscientes del arduo trabajo que nos había llevado a crear esta alta cohesión en la organización.
Hoy en día, trabajamos menos horas y el ambiente de trabajo es mucho más sano. El semblante de las personas cambió, y por supuesto, encontramos un sentido personal y organizacional trascendente, donde la alegría comenzó a surgir de manera natural. Los accionistas, clientes, colaboradores y proveedores, todos se dan cuenta de este notable cambio en la organización.
Esta empresa recobró el rumbo gracias a su gente. Ha sido sin duda una experiencia de vida, donde caímos en cuenta, de forma personal, que sólo hace falta una persona realmente comprometida para poder transformar nuestro entorno. Ahora servimos, damos sin esperar recibir. Y al final los frutos recibidos son personas felices, equipos eficientes y productivos, así como una empresa con mayores utilidades. Son frutos mucho más jugosos por la gratitud de las personas, y que por consecuencia directa impacta en un resultado económico del que todos estamos orgullosos.
Por MBA Luis Aguilera Sanchez, Director General, (CEO) Flexometal SA de CV