Es muy complicado desarrollar autocrítica propositiva; no siempre conocemos el lenguaje más eficiente para realizarlo, y el temor a herir las susceptibilidades personales dificultan la creación de estos ejercicios. Por eso, cuando se trata de entender cómo nos perciben los empleados, muchos líderes caminamos a ciegas.
La autocrítica es un componente esencial del trabajo, ya que la falta de autoconocimiento acarrea malas decisiones, trunca las relaciones personales y mina la credibilidad del líder frente a sus empleados. Pero si es tan importante, ¿por qué no la promovemos como una actividad cotidiana? En algunos casos, las personas no ofrecen señales claras para realizar el ejercicio, al ser corteses o decir mentiras piadosas —“¡Tu presentación fue excelente!”—; o también ocultan la verdad para beneficiar su posición en el negocio —“Sin duda, usted es el mejor gerente del área”.
Al respecto, les comparto 4 acciones para desarrollar la autocrítica:
Recopila evaluaciones anónimas de tus colaboradores directos o personas que conocen tus acciones, y reúne los resultados en un reporte general. También procura formular algunas preguntas abiertas, y promueve la mención de acciones concretas para evitar los comentarios ambiguos. De esta manera recibirás comentarios específicos sobre conductas problemáticas y áreas de oportunidad.
No conviene ni es necesario realizar una evaluación exhaustiva. Es casi seguro que los vendedores necesitan saber si inspiran confianza en los clientes, pero quizás sea menos importante conocer su eficiencia. Considera tus objetivos: ¿Qué cualidades necesitas para alcanzar tus metas? Estas son las áreas en las que la autoconsciencia es más importante.
También es crucial evaluar la firmeza y la receptividad. En ocasiones, las personas no reconocen que presionan demasiado o no presionan lo suficiente; y en el caso de las personas más firmes, es común que no sean propensas a escuchar los comentarios de sus colegas. Por otro lado, una baja receptividad podría significar que el líder no considera los puntos de vista ajenos, desplazando a los demás de las conversaciones, o respondiendo con reacciones no verbales que comunican hostilidad.
La retroalimentación genera muchos ruidos y señales. Para obtener el mejor provecho del ejercicio, busca datos múltiples para avalar las opiniones. Por ejemplo, comunícate con las personas que más confías para discutir los resultados; es más probable que ellos sean francos, garantizando que las conversaciones sean una oportunidad de aprendizaje.
En otras palabras, debes convertirte en un “sistema de baja presión” para obtener un flujo constante de comentarios. Al igual que su equivalente climático, las personas con sistemas de baja presión absorben información, ideas y comentarios para modificar su comportamiento y dar seguimiento a su proceso de mejora.
Si ya realizaste la retroalimentación y cuentas con suficientes insights para trabajar, no los ignores. Comprométete a mejorar con acciones concretas; incluso, puedes redactar una lista o calendario de tareas para resolver aquellas áreas de oportunidad que incrementarán tu autoconciencia.
Si estás convencido de que el feedback importa, pon manos a la obra en tu ejercicio de autocrítica para mejorar tu desempeño en el trabajo y tu vida personal.