Presionado por la junta directiva de la empresa que fundó en 2010, Adam Neumann se retiró de su puesto luego de que la compañía tuviera que aplazar su salida a la bolsa por una valoración exageradamente desproporcionada. La situación escaló cuando los inversionistas le señalaron comportamientos exagerados, erráticos y tóxicos.
En un caso como este, de acuerdo a analistas de Global Practice International, trasciende la relevancia de la decisión de la junta de administración para contener el conflicto. Así, lo sucedido con el empresario israelí se manejó de la manera correcta, pues se debía velar por el bien común de los accionistas y el interés de la empresa.
Dado que WeWork se dedica la renta y/o compra de edificios en diferentes partes del mundo para transformarlos y convertirlos en espacios de coworking y fomenta una cultura de colaboración, era crucial manejar la situación de forma discrecional ante la opinión pública para no afectar el aspecto reputacional de la marca.
Adam Neumann perdió 31% del precio estimado de la compañía WeWork antes de la Oferta Pública Inicial en el mercado de los accionistas. Dicha compañia originalmente estaba estimada en 47 MMD y se redujo a 15 MMD.
Según analistas, la cultura empresarial interna, impuesta por los altos cargos y varias operaciones cuestionables entre el CEO y WeWork, pone en tela de juicio el modelo de negocios, y por ende, la duda de la rentabilidad a largo plazo.
Hasta la fecha no se ha establecido un CEO permanente para la compañía, aunque la empresa nombró a Sebastian Gunningham y Artie Minson como co-CEOs internos hasta que encuentren al reemplazo permanente. Neumann continuará como presidente de la compañía, que, según socios de GPI, la elección del próximo CEO representa una tarea minuciosa, pues ante las circunstancias la elección del siguiente directivo debe contar con un perfil al nivel de los objetivos de la empresa.