Aunque se trate de un elemento identitario de cada fin de año en nuestro país, el negocio de los fuegos artificiales ha dejado una estela de ilegalidad, informalidad e inseguridad en su camino. Pese a esto, su consumo no se ha disminuido en pequeñas y grandes ciudades de México, donde pedos de bruja, castillos, toritos, bengalas, palomas y cebollitas se ven y escuchan en cada festividad, especialmente durante los últimos meses del año.
La mayoría de los fuegos artificiales que llegan a nuestras manos durante estas fiestas provienen de un solo lugar: Tultepec. La auto-proclamada “capital de los fuegos artificiales” se encuentra al norte de la capital del país, en el Estado de México. Incluso, el Gobierno de dicho estado cuenta con un Instituto Mexiquense de la Pirotecnia, que durante años ha intentado regular este peligroso oficio, que ha sobrevivido durante generaciones al interior de la entidad.
Como ejemplo del riesgo que implica la fabricación de estos objetos está el incidente del 5 de julio de 2018, en el que más de 24 personas fallecieron y medio centenar resultaron heridas de gravedad después de una serie de explosiones en el interior de unos talleres de fabricación de fuegos artificiales en Tultepec. Entre los fallecidos se encontraba un niño menor de edad, así como bomberos y policías que intentaban contener el siniestro. Dos años atrás, el municipio obtuvo notoriedad en la prensa internacional por un incidente similar, en el que fallecieron 42 personas en el interior de un reconocido mercado de pirotecnia, San Pablito.
La industria de los fuegos artificiales en la región se debe a múltiples factores. El primero, naturalmente, se relaciona a la ausencia de regulación, marcos normativos y certificaciones para el ejercicio y operación de este negocio. La carencia de entrenamiento y capacitación también juega un papel esencial en la ecuación, ya que se trata de un gremio que asciende a más de 500 artesanos en situación de ilegalidad, quienes además mantienen una estructura de empresa familiar y trabajo desde el hogar.
No obstante, el mercado de los fuegos artificiales en nuestro país es altamente productivo y con un alto marco de mejoramiento, formalización y certificación. Aunque se trate de una industria mayoritariamente artesanal y familiar, la adaptación de su estructura a un marco de seguridad adecuado es un propósito realizable en el que empresarios, gobernantes y consumidores juegan un papel trascendental.