LA REBELIÓN DE LAS MÁQUINAS1.3 millonesRobots industriales que funcionan en fábricas de todo el mundo. 32MDDValor del mercado internacional para los sistemas robóticos. 47% de los trabajos totalesCifra que podría verse en extinción en dos décadas.
66 unidadesRobots que existen en promedio por cada 10.000 empleados. 21 países de la OCDENaciones que ya cuentan una densidad robótica superior al promedio. 9% serán automatizablesReferencia de los trabajos de cada una de estas 21 naciones. |
La creciente automatización, principalmente tecnológica, ha desatado una tendencia negativa en la evaluación de su impacto y efectos sobre nuestra sociedad. Sin embargo, la automatización no elimina trabajos, sino que potencia capacidades en áreas donde la rutina impera. Los estigmas de la automatización prevalecen, pero las evidencias nos han demostrado que la máquina es una aliada del progreso de la humanidad.
El debate entre la utilidad de estos campos de conocimiento no ha perdido fuerza en las últimas décadas. Alimentada por el surgimiento de profesiones relacionadas con la tecnología más avanzada (programación, biotecnología, biomedicina), la idea de que algunas disciplinas pierden valor sigue presente en las universidades, los centros de investigación y la agenda gubernamental. Sin embargo, aunque las implicaciones técnicas de la Inteligencia Artificial (IA) sólo pueden ser resueltas por expertos en ciencias duras, son disciplinas como el arte, la filosofía, la sociología y la psicología las que definen en dónde, por qué y para qué hacer uso de la IA.
“El progreso te dejará desempleado”, citó el Der Spiegel en 1978, con total certeza. Un robot se cernía, suspendiendo el cuerpo de un trabajador, en la portada.
Pero treinta años después, la respuesta más obvia se impone a todo miedo e incertidumbre: las máquinas no roban el trabajo, lo hacen más ágil. Y no sólo eso, pues en realidad las máquinas abren más espacios para el trabajo de los que cierra.
Un ejemplo de esto fueron los cajeros automáticos, que inicialmente provocaron temor en los empleados bancarios, pero hoy son sólo una parte más de su entorno.
Esta idea, expuesta por Karl Marx hace más de un siglo, no ha dejado de ser contradicha por la edad contemporánea. Aunque en términos físicos tal vez el trabajador haga menos esfuerzos, lo cierto es que hoy en día, una semana laboral de 15 horas de trabajo —como la que llegó a plantear John Meynard en 1930— que permitiera la vida digna es aún irrealizable. Sólo algunos países, como Nueva Zelanda e Islandia, han planteado legislar semanas laborales reducidas, aún sin llegar a consolidarse como proyectos replicables en países como México, donde, como en casi todo el mundo, las jornadas son de 8-9 horas con un día de descanso.