Para algunos padres, representa nostalgia. Para otros, el progreso. El juguete mexicano ha evolucionado constantemente y se mantiene a flote pese a los cambios en el consumo y la manufactura a nivel global. Su principal competidor proviene de los países asiáticos, y tras los tratados comerciales de la década de 1990, cada año obliga a toda esta industria a evolucionar, adaptarse y continuar creciendo.
Y tal labor no es una tarea sencilla, pues la industria juguetera es diversa y abarca micro, pequeñas, medianas y grandes empresas por igual. Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria del Juguete (Amiju), ante la creciente competencia de las nuevas tecnologías (especialmente teléfonos y tabletas) todas las empresas mexicanas se han visto obligadas a innovar, a diversificar sus mercados y a renovar sus productos cada vez con mayor rapidez.
Es por esta nueva dinámica que empresas como Fotorama, Mi Alegría y Triciclos Apache se mantienen aún a flote, con ofertas de productos entretenidos, económicos y atractivos. Con décadas de existencia y crecimiento, estas empresas son orgullosamente mexicanas y han aprendido a adaptarse a los nuevos mercados y sus necesidades de consumo, que ya no son como antes. Padres de familia siguen adquiriendo los mismos productos para sus hijos, no por simple nostalgia o terquedad, sino por fidelidad a la marca y a la garantía que esta ofrece de calidad inigualable.
A través de nuevas tecnologías de manufactura, especialmente orientadas a la calidad y al manejo de polímeros, las empresas mexicanas incluso han comenzado a competir con consolidadas industrias jugueteras estadounidenses, que también han enfrentado grandes pérdidas ante el crecimiento de las industrias tecnológicas y que han trasladado sus plantas manufactureras al territorio nacional.
Es por todo lo anterior que a pesar de todo pronóstico adverso, la industria juguetera ha demostrado que la inventiva, la adaptación y la innovación son cartas conocidas para los empresarios mexicanos, quienes en esta temporada apuestan a la compra de regalos navideños como el cierre con broche de oro a un año que, lejos de representar la caída del juguete mexicano, es la evidencia de que mientras existan niños en el mundo, sobrevivirá la industria juguetera de nuestro país.